Hay una frase muy conocida sobre el dolor que resulta bastante desconcertante «hacerse amigo del dolor». Para los enfermos de dolor crónico, estas palabras pueden tener muy poco significado.
Es importante aprender a gestionar el dolor desde dentro, aceptarlo y reconocerlo y entender cómo nos afecta para poder prepararnos mental y físicamente para afrontarlo. Esto no quiere decir que ignoremos la atención médica; puede ser necesaria para muchos de nosotros para realizar nuestras actividades diarias. Pero si aprendemos a controlar nuestra reacción al dolor, podemos descubrir que el dolor ya no nos controla.
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Experimentar el dolor sin apego
Cuando experimentas un dolor físico, tu mente puede reaccionar diciéndote que «esto empeorará» o «el dolor nunca desaparecerá». Desarrollas el miedo-abhinivesha al dolor. Los sentimientos antes, durante y después del dolor se convierten lentamente en repulsión o aversión-dvesha. El pensamiento del dolor y sus consecuencias se arraiga profundamente en la mente y afecta a todos los aspectos de tu vida, tu trabajo, tus relaciones y tu paz interior.
Según los Yoga Sutras de Patanjali, el miedo y la aversión son dos de las cinco kleshas (aflicciones) responsables de un estado mental perturbado (citta vikshepa). Si podemos controlar el miedo y la aversión comprendiendo lo que los desencadena, podemos experimentar el sufrimiento sin aferrarnos a lo que nos hace sentir. Aunque suene extraño, ¿qué pasaría si pudieras «experimentar el dolor sin apego»? El dolor se vuelve impotente. La tendencia humana es aferrarse a los objetos, las personas y las situaciones que nos aportan felicidad. Pero el apego a las cosas que no nos gustan puede ser a veces aún más poderoso. El asco y la atracción -como el dolor y el placer- son dos caras de la misma moneda. El yoga puede enseñarnos a experimentar y reconocer ambas cosas de la misma manera.
La ley del karma y su relación con el dolor o el sufrimiento
El dolor o el sufrimiento, también llamado dukham en sánscrito, forma parte de la vida según la filosofía del yoga. Mientras estemos atados por el ciclo del nacimiento y la muerte, experimentaremos dukham. En este caso, el dukkam no es sólo un momento fugaz de dolor, sino que está más arraigado y se refiere al dolor que se produce al no poder distinguir lo real de lo irreal, lo permanente de lo indefinido. En un nivel más sutil, es la incapacidad de distinguir entre mente, cuerpo, sentidos, etc. (prakriti) y la conciencia pura (atman). La conciencia pura no «experimenta» nada, ni dolor ni placer. No se ve afectado por estas dualidades.
Según la filosofía yóguica del «karma» (la ley de causa y efecto), debemos experimentar los «frutos» o consecuencias de nuestras acciones pasadas, presentes y futuras. Los textos védicos describen estos tres tipos de karma. La primera es Sanchita, que son las acciones acumuladas del pasado. El segundo es el Prarabdha o trabajo constructivo, que forma parte del karma sanchita. Es la parte del karma que es responsable del estado actual del cuerpo, de la mente y de los estados en los que nos encontramos. Los dos primeros tipos de karma no pueden evitarse ni cambiarse, sino que deben experimentarse. Piensa en ello como en el pago de una deuda. La tercera y última es Kriyamana o Agami, que se refiere a los proyectos que se crearán en el futuro. Es el único karma en el que podemos influir.
Heyam duhkham anagatam: Se puede evitar el sufrimiento futuro.
Este es quizás uno de los más importantes, aunque el más sencillo, de los Yoga Sutras de Patanjali. Nos da una sensación de esperanza de que lo que estamos viviendo ahora puede ser mejor mañana. Debemos pasar por el dolor de hoy, pero podemos evitar el dolor de mañana reconsiderando nuestras acciones futuras. En cierto modo, también nos da la fuerza, física y mental, para afrontar el dolor de hoy.
El yoga ofrece muchas herramientas para conseguirlo desde dentro, de modo que no tengamos que depender siempre de una fuerza externa. Por ejemplo, ser conscientes de nuestra respiración y centrarnos en alargar la exhalación mientras estamos sentados o tumbados puede tener un enorme efecto curativo en el cuerpo y la mente. Según la manifestación física del dolor, puede ser útil una práctica de asanas más lenta o una práctica de yin yoga.
Entrenar nuestra mente
Podemos entrenar nuestra mente para que responda de forma diferente al dolor. Mediante el pranayama y la meditación, podemos reducir el estrés emocional que puede acompañar al dolor físico. Redirigir tu energía hacia algo positivo y concentrarte en ello es otra forma sencilla de distraerte del dolor. Ya sea leer un libro, trabajar en el jardín, escuchar música o pasear al perro, estar presente en la actividad sin distracciones es una forma de meditación que puede crear un estado mental positivo y tranquilo (citta prasadanam). Recuerda que no tienes que hacerte amigo del dolor; hay días en que esto no es posible. Pero puedes elegir aceptarlo y experimentarlo sin apegarte a él.
Consuélate sabiendo que tienes el control de tu cuerpo, de tu mente y de tu respiración y, por tanto, de tu dolor. Hay un proverbio persa que reza: «Esto también pasará». Nada de lo que experimentamos es permanente; podemos cambiar el curso del día y de la vida simplemente tomando conciencia de ello. Respira, exhala y déjalo ir…..